jueves, 2 de abril de 2020

SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.
SABÉ QUIÉN SOS.

sábado, 29 de febrero de 2020

La iba a mandar y nunca lo hice

Querido,

El orgullo es un sentimiento tan extraño. Por momentos siento que, en mi vida, es un mecanismo de defensa que me permite seguir adelante creyéndome mis propias mentiras. Pero, como toda mentira, en algún momento colapsa, y nos encontramos con que todo el caos que veníamos escondiendo detrás de una puerta se nos viene encima. 
Desde que llegué a casa hoy, sentía algo muy raro en el pecho. Por momentos te juro que pensé que me pasaba algo físico y le estaba por decir a mamá que sentía que no podía respirar bien. Fui al gimnasio, lo cual me ayudó a descargar mucho de esa sensación, pero no todo. La ducha que me di después intensificó esa molestia, y, hace un rato, cuando me acosté, se puso aún peor. 
Me puse a ver videos al azar en Youtube, y de alguna forma llegué a una de mis canciones favoritas de mi adolescencia: Leave Out All The Rest, de Linkin Park. No sé si la conocés, pero es musicalmente hermosa y líricamente muy triste, más teniendo en cuenta lo que le pasó al cantante. Cuestión que el estribillo dice

When my time comes
Forget the wrong that I've done
Help me leave behind some reasons to be missed.
Don't resent me
And when you're feeling empty
Keep me in your memory
Leave out all the rest…

Bastó escucharla una vez para ponerme a llorar sin entender muy bien por qué. Mi mente inmediatamente empezó a hacer un repaso de lo que había sido este último mes, esta última semana, estos últimos días, intentando encontrar una explicación para este llanto. Viajé en mi cabeza hasta que llegué al día de hoy. Llegué a lo último que hice inmediatamente antes de llegar a casa con esa sensación extraña: quedarme en el micro con vos. Por alguna razón, quedarme con vos a solas esta vez fue distinto, a pesar de que es algo que ya hicimos varias veces desde que discutimos a fines del año pasado: nos vimos obligades a cruzar caminos y, por lo menos yo puedo decir que lo viví bastante tranquila, porque a pesar de todo lo que pasó, sos vos, no sos un demonio. 
Pero desde que te bajaste del micro (y esto es algo que me di cuenta hace un rato, escuchando la canción), me cayó la ficha de que cada vez van a ser menos las oportunidades en las que nos vamos a encontrar, porque terminamos de cursar, nos vamos a recibir y la vida sigue. Y, si te soy sincera, no volver a tener la relación que teníamos antes no es lo que me preocupa, porque, con o sin pelea, la naturaleza de nuestra amistad iba a cambiar inexorablemente por el simple hecho de vernos menos, y estoy acostumbrada a que esto ocurra. Lo que me preocupa y me deja esta sensación en el pecho es saber que nunca pudimos hablarlo, y no sé por qué. 
No sé por qué, porque peleas he tenido varias veces, y siempre las he resuelto, ya sea arreglándome, perdonando y pidiendo perdón, o llegando al acuerdo de que el vínculo no da para más. Recientemente me pasó esto último con A, que literalmente tuvimos que llegar al acuerdo de que ya no podíamos ser más amigas porque veníamos notando dejes de resentimiento entre nosotras y nos tratábamos mal. 
Además de sentirme angustiada por nunca haber hablado con vos y no saber por qué, otra cosa que expande esta angustia es el hecho de que nunca me vi venir lo que pasó, y te lo digo con toda la honestidad del mundo. 
Entre todas las cosas que me quedé pensando del seminario, me quedé con lo que dijo T en la primera charla, de que la clave de la interculturalidad es cuestionar nuestras propias reacciones ante el accionar del otro. Si llevo esta idea a lo que pasó entre nosotres y hago un esfuerzo por dejar un segundo de lado el "nunca alguien me hizo una cosa así", puedo poner la atención en mi reacción y pensarlo desde esa perspectiva. Nunca eliminé a una persona de todos lados, nunca sentí tanta bronca cuando lo hice, y nunca sentí semejante grado de orgullo como el que vino después.
En mi mente siempre me convencí de que yo era de las que iba de frente, y aún creo que en algunos casos sí soy así, pero no es posible afirmar que esto es así TODO el tiempo porque, como estos meses han demostrado, con vos hice todo lo opuesto. Hice todo lo que odio que me hagan: el pacto de silencio. Un pacto que yo creí que iba a durar un tiempito, pero ahora veo que se me fue de las manos.
Sinceramente, al principio, creo que parte de mí y de mi ego esperaba que si yo no te dirigía la palabra, quizás vos te acercararías. Cuando eso no paso, me enojé más todavía, y este pacto de silencio que al principio era como una "prueba" a ver qué hacías, se volvió en una sentencia. Yo lo transformé en una sentencia para vos. Una sentencia por demostrarme implícitamente que yo no te importaba lo suficiente como para hacer un esfuerzo por nuestra amistad. Me dije: "si hasta ahora no se acercó, es porque nunca jamás le importé, y nunca jamás tuvo verdadero cariño por mí". En serio pensé eso. Pero ahora me doy cuenta de lo erróneo y poco empático que es intentar ponerle palabras al silencio del otre. El silencio no siempre es "no me importa". El silencio puede ser "no sé cómo acercarme", puede ser "me importa pero me gana el orgullo", o "todavía estoy enojade". El silencio puede ser "tengo miedo", o "ni siquiera yo sé bien qué me pasa". Sea lo que sea que haya sido lo que cruzó tu cabeza, la realidad es que yo nunca te hice el espacio para que me lo pudieras explicar, y a lo mejor en su momento querías hacerlo. A lo mejor ya no, porque "ya fue", nunca lo sabré, pero nuevamente estoy intentando hacer el esfuerzo de enfocarme en mí y en cómo yo reaccioné a todo esto. 
Es la primera vez que puedo sacarme el lente de "cómo podés pensar estas barbaridades de mí" y ponerme el lente de "che, qué garrón que sientas que te quiero hacer mal". Si te soy honesta, ya no me acuerdo en detalle todo lo que dijiste en aquella discusión, pero sí me quedó muy presente esto que me marcaste de que a veces yo decía cosas para herirte o que te marcaba cosas de tu personalidad para hacerte sentir mal. No quiero adjudicarte palabras inventadas, pero me quedó presente de esa forma. Por un lado, creo que fue natural de mi parte reaccionar sorprendida, porque nadie quiere escuchar (y mucho menos creer) que uno tiene algún tipo de mala intención. Sin embargo, por el otro, reitero que nunca te di el lugar para que me lo explicaras en otro momento, fuera de la calentura del momento.
La realidad es que tampoco le di lugar a la idea de que, si vos te sentías así, era por algo, porque conociendo tu integridad me resultaría difícil creer que querrías "arruinar" la amistad porque sí. En ningún momento quise considerar qué podía ser ese algo, pero en todas las sesiones de terapia que vinieron después pude describir algunas cosas que me aclararon el panorama. Estás más que invitado a ignorar completamente esto y pensar "a esta altura, why should I care". 
No sé muy bien por qué plasmo todo esto acá, pero siento que esto es todo lo que podríamos haber hablado si yo no te hubiera silenciado. 
Tampoco sé qué vas a pensar de todo esto. Quizás te pasa por al lado, quizás te hace enojar incluso más!, pero, once again, no quiero hacer especulaciones ni esperar que vos actúes de ninguna manera en particular. Esto que estoy haciendo acá es un simple acto egoísta de darte mi interpretación de las cosas. 
Con este vómito de reflexión, te juro por lo que más quiero que no espero nada. Nada de nada, ni una respuesta, ni muchísimo menos una disculpa. Ni siquiera espero que aceptes esto que te voy a decir ahora: Perdón. Perdón por insultarte, por dudar de tus sentimientos y por silenciarte de semejante manera.
Quizás lo único que espero es que, como dice la letra de la canción que te mostré más arriba, if you ever feel empty, you may keep me in your memory, and leave out all the rest...

Yours truly, faithfully and sincerely, 

Juli.

lunes, 6 de enero de 2020

The mother of all questions

Quiero ser mamá. 
Siempre me dieron mucha ternura les bebés, y siempre me encantó jugar con niñes, pero no fue hasta que empecé a dar clases a alumnites de 5 años que me di cuenta cuánto deseaba esto. Sí, ya sé que el rol materno no está restringido a la primera infancia, sino que también llega un punto en el que te encontrás siendo madre de un ser adulto. De hecho, no son solo las ganas de criar a un pequeño o una pequeña lo que me moviliza: también quiero compartir mi vida con hijes adultes y tener mi propia  gran familia. Pero no voy a mentir: definitivamente la primera infancia es lo que más me emociona de la idea de ser madre.
Cuando me pongo a indagar de dónde proviene este deseo, me doy cuenta de que tiene mucho que ver con querer garantizarle a alguien más una infancia tan hermosa como la que yo tuve. También creo que está relacionado a esta idea de formar a alguien, de enseñarle y acompañarlo/a en el camino. Los psicólogues no mienten cuando dicen que todo padre proyecta en su hije: mírenme a mí acá, haciéndolo sobre mis hijes no nacides. 

(Encontré esta entrada incompleta de hace meses, pero la voy a publicar igual, ya fue)

jueves, 17 de octubre de 2019

Clueless

No sé qué hago acá sinceramente. Será que, cuando estoy confundida, este pequeño cuadrado blanco me hace sentir un poco más en control. La realidad es que, a raíz de lo que ocurrió hace dos días, siento cualquier cosa menos control sobre lo que acontece.
Siempre me dieron miedo lo que la gente llama "las vueltas de la vida": esta posibilidad de que un día salgas de tu casa para ir al supermercado de la otra cuadra y que, en el camino, te atropelle un auto y te mueras. No es lo inexorable de estas situaciones lo que me asusta, sino su naturaleza inesperada. Me provoca mucha ansiedad no saber, no tener aviso previo sobre lo que va a pasar, no poder prepararme mentalmente para abordar aquella situación difícil.
Así ocurrió lo que ocurrió. Fue una vuelta de la vida. Toqué el botón de play del audio de WhatsApp and it all went downhill from there. Y la realidad es que hace 72 horas que no puedo hacer otra cosa que mirar fijamente el horizonte como esperando que se me caiga alguna ficha. Por momentos la tristeza es tan profunda que tengo ganas de restablecer comunicación y pedir perdón, tanto por las cosas que dije como por las que te inventaste, y seguir adelante como si nada hubiera pasado. Al mismo tiempo me invade el orgullo y las ganas de ser, por una vez en mi vida, la persona por la que alguien se la juega, la persona que el otro tiene miedo de perder, y no vice versa.
Ahora mismo, en este instante, no siento ni desesperación ni orgullo, sino confusión. Confusión producida por dos interrogantes: el primero es "¿qué quiero recuperar?", y el segundo "¿se puede volver atrás después de lo que se dijo?" Después de todo, no es que solo hubo insultos de por medio. Los insultos son fáciles de arreglar: "perdón, no te lo digo más" y listo. Yo fui la de los insultos, te dije cosas que te hirieron, sin tratar de entender por qué te herían, y de eso me voy a arrepentir siempre. Pero vos no fuiste por el lado de los insultos, sino que cuestionaste aspectos centrales de mi persona. Mis valores, mis sentimientos. ¿Qué se puede restablecer con una persona que piensa que tenés malas intenciones? ¿Qué se puede construir con alguien para quien tus relaciones son una pantomima? ¿Se puede? Lo que me dijiste no me dolió porque me señalaste un defecto, sino porque pusiste en jaque la honestidad de mi accionar. Una cosa es que te señalen un defecto inofensivo, como ser exagerada, emocional o de mente intrincada. Otra cosa es que te acusen de falsa y mentirosa. Estos últimos no son defectos: son aspectos dañinos de la personalidad de alguien. Y no puedo tolerar que me acusen de persona dañina, ni sé si me puedo relacionar con alguien que me asigna esos adjetivos. Sí puedo, por el contrario, rodearme de gente que me señala mis defectos, como ser dramática, y me ayuda a superarlos. Es muy distinto.
Es extraño, porque generalmente las peleas mutan del enojo a la ganas de arreglarse, pero lamento decir que me encuentro a mí misma haciendo el camino inverso.
No sé qué quiero hacer. Por el momento solo tengo ganas de dejar de perder tiempo y seguir adelante. What's meant to be will be.

jueves, 26 de abril de 2018

In the name of health

Body forgive me.
It is not healthy to waste so much energy wishing I could shrink you.
Body forgive me.
It is not healthy to apologise so much that your mouth becomes a broken record.
Body forgive me.
It is not healthy to obsess over numbers for so long that your brain becomes a calculator.
Body forgive me.
It is not healthy to turn down so many opportunities because I didn't think you were worthy of seizing them looking exactly the way you look.
Body forgive me.
It is not healthy to keep you away from the light for so long that you start to rot from the inside.
Body forgive me.

Today I'm coming for all the sunshine I never thought you were worthy of.
Today the world will see the glow that emanates from your insides.
Prepare to blaze in all your living, breathing glory.
After all, there is nothing as miraculous as a living, breathing body:
the messenger of one's living, breathing soul.

sábado, 7 de abril de 2018

Cuando era chica, era una niña como cualquier otra, a la que lo único que le preocupaba era que sus muñecas no tuvieran más ropa, o que a sus rompecabezas no les faltara ninguna pieza.
Después yo me transformé en el rompecabezas (o quizás me transformaron). 
Me costó toda mi adolescencia volver a recordar que no soy un conjunto de piezas imperfectas; no vine al mundo a medir, a contar, a pesar, a encajar. 
Vine a crecer, a aprender, a vivir y, por sobre todas las cosas, a ser. A ser un todo, con todo. Nunca más un rompecabezas, nunca más una aglutinación de partes incompleta. Un ser complejo e intrincado, cuya belleza reside, justamente, en toda esa complejidad.

domingo, 11 de marzo de 2018

Too soft to handle the world

As tears stream down my face, the voice of my father echoes in my head - 'I can't believe I raised such a weak human being' - and yes: that makes them stream even harder.
I have always been so ashamed of the way I react to situations of stress, discomfort, anxiety, injustice. And I don't mean to blame this entirely on my progenitors, but I would be lying if I said I have never been made to feel guilty for being vulnerable. The older I have gotten, the more I have realised that my parents are greater than anything I could have asked for. They mean the world to me, especially now that I am in the process of becoming a fully grown woman. I can trust them with anything. However, I still find myself in situations that tip the scale away from our strong bond and back to our old troubled relationship. And these are situations that always involve my highly susceptible character. My parents have absolutely never held my hand and told me that everything was going to be okay. I was never hugged and comforted in moments of grief. As a child, I would always seek their consolation: I would waddle to their bedroom, hoping they would pamper me this time, but I would always get the same response: 'stop crying over stupid things', 'you are so weak', 'the world will eat you alive'. So, naturally, when I hit my teens, I stopped trying to bond with them altogether. It took me the entirety of my adolescence to realise that their agressive, snap-out-of-it attitude came from a place of worry and from being raised in two strong Italian families where vulnerability was suppressed and deemed as weakness. In other words, they thought they were doing what was best for me. But they clearly missed the mark. Luckly, now I know that if I ever have children, I will never disregard their struggles. Also, one thing I really like about mum and dad is that they frequently go over their child-rearing phase and self-assess their parenting skills, and they have apologised for their mistakes, which turned out to be a very healthy thing to do.
Nowadays, although I enjoy a harmonious relationship with my parents, I still carry the trauma of being made to feel that I was too soft to handle the world. It is true: I just feel too much, I do not cope well enough, I make a big deal out of solvable problems, and I sympathise too deeply with both loved ones and complete strangers. I'm quite good at creating storms in teacups.
But I am tired of shame. As my tears dry, I come to realise that I have always found my way back to the light on my own. I have been able to hold my ground despite not having strong emotional defences. And actually, without my vulnerabilities, I would not have some of the aspects that I like the most about my personality: how deeply I love, how willing I am to understand the driving forces behind people's attitudes, or how compassionate I am. My softness is my shield, my tears are my weapon, and althought my branches shake violently in the wind, my roots and deep and strong.